sábado, 8 de noviembre de 2014

La lección que Roberto Benigni tatuó en mi alma



Con calma, no os apresuréis, y no escribáis únicamente poemas de amor eh! Que son los más difíciles. Esperad al menos tener ochenta años. Escribid sobre argumentos más líricos, no sé, sobre el mar, el viento, un radiador averiado, un tranvía con retraso ¿de acuerdo? Porque no existe una cosa más poética que otra! ¿Lo entendéis? La poesía no está fuera, está dentro. ¿Qué es la poesía? No se lo preguntes a Belcebú, mírate en el espejo. La poesía eres tú.

Recordad bien vuestros poemas, buscad bien las palabras. Debéis de escogerlas. A veces se necesitan ocho meses para encontrar una palabra. Escogerlas porque la belleza se inició un día cuando alguien empezó a elegir. Desde Adán y Eva. Acaso, ¿sabéis cuánto tardó Eva en elegir la hoja de parra idónea? Ha desnudado todas las parras del paraíso terrenal.
Y enamoraros, porque si no os enamoráis está todo muerto. Sí, todo muerto. Así que os debéis de enamorar porque todo revive, se mueve todo. Dilapidad el gozo, consumad la alegría, estad tristes y taciturnos con exuberancia, insuflad con energía a la cara a la gente con felicidad. Y, ¿cómo lo debéis de hacer?

Para transmitir la felicidad es necesario ser feliz. Y para transmitir el dolor, es necesario ser feliz. Sed felices porque tendréis que sufrir, estar mal, padecer. No tengáis miedo a sufrir, todo el mundo sufre. Y si desgraciadamente no tenéis los medios, no os preocupéis, total para hacer poesía solo es necesario una cosa; Todo. Espero que lo entendáis y no busquéis la novedad. La novedad es la cosa más vieja que existe. Y si la inspiración no os viene en este instante, pues os tiráis al suelo y os ponéis cómodos. En esa posición podéis ver el cielo. Fijaros, que belleza.

¿Qué estáis mirando? Los poetas no miran, observan. Haceros obedecer por las palabras.    Si la palabra…mmm...pared! Pared no os hace caso, no la uséis más en ocho años, de ése modo aprenderá. ¿Qué es eso? No lo sé.

Esto es la belleza. Como estos versos, quiero que se queden escritos aquí, para siempre.

Vamos, ahora olvidadlo todo y volved a empezar.  
 


Roberto Benigni, Lección.